miércoles, 18 de enero de 2012

BELLEZA DE LA POLINIZACIÓN



La polinización es el proceso de transferencia del polen desde los estambres hasta el estigma o parte receptiva de las flores en las angiospermas, donde germina y fecunda los óvulos de la flor, haciendo posible la producción de semillas y frutos. El transporte del polen lo pueden realizar agentes físicos como el viento (plantas anemófilas), el agua (especies hidrófilas), o un polinizador animal (plantas zoófilas).

Las características físicas y fenológicas de las flores anemófilas, hidrófilas y zoófilas, así como las de su polen, suelen ser marcadamente diferentes. Las plantas zoófilas deben llamar la atención de sus vectores con colores y olores atrayentes, así como recompensarlos con alimento o refugio.

Diferentes tipos de polinizadores requieren diferentes tipos de atractivos, así las flores zoófilas han evolucionado y se han diversificado en una gran variedad de tipos los cuales pueden agruparse en síndromes florales. La belleza visual característicamente asociada a las flores es el efecto de su coevolución con insectos u otros animales polinizadores.


Fuentes:

http://es.wikipedia.org/
TED.com

miércoles, 4 de enero de 2012

EL CALAR DE LA PUEBLA. PUEBLA DE D. FADRIQUE


Allá por el año 1944, con apenas 9 años de edad, José Román Moreno “El Chichas” ya ejercía el pastoreo con un rebaño de 20 o 30 cabras en la vertiente noreste del Calar de la Puebla. Dicen que cuando el maestro D. Juan lo veía pasar cerca del colegio, lo llamaba para que sus alumnos viesen como leía aquel niño que pasaba las horas guardando cabras. No era fruto de la casualidad, pues aquel muchacho, con su dedicación y entrega llegaría años más tarde a trabajar y prestar sus servicios al propio Rey.

Han pasado ya algunos años y ha llovido bastante desde aquel año 1944 sin embargo, aquel muchacho de entonces, aún mantiene vivos con 76 años de edad los recuerdos de su niñez y sus vivencias en los calares de la Puebla.

Compartiendo comida familiar esta navidad, me invitaba mi tío José “El Chichas” a realizar una excursión a  algunos lugares del Calar que tenía previsto visitar. Tenía yo pensado para este día una escapada a la cuerda de la Guillimona, pero al saber que nos acompañaba mi primo Héctor y el primo de mi padre José Rosillo decidí posponer la visita a la Guillimona para otro momento, pues no podía dejar pasar la oportunidad  de compartir un día en compañía de dos veteranos conocedores del lugar.

El Calar de la Puebla es una alineación montañosa que se encuentra al suroeste del casco urbano de Puebla de D. Fadrique formada por dolomías y calizas de edad jurásico, es junto con la Sagra, la formación montañosa más importante del subbético de la zona.

Este lugar ofrece en la actualidad una gran cantidad de recursos de interés turístico, cultural y medioambiental y aunque  las visitas al lugar se deben fundamentalmente a senderistas, cazadores y pastores locales, hubo un tiempo en el que fue el núcleo de una intensa actividad agrícola y ganadera.

Algunas horas después del amanecer, partimos,  José Román con su fiel perrita Niki, José Rosillo, Héctor Román y yo de la Puebla de D. Fadrique hacia el Calar, a estas horas, el suelo aún estaba helado, facilitando la consistencia del mismo nuestro caminar a través de las terrazas de almendros. Atrás iba quedando el pueblo, inmerso en un ambiente de pascua y con  las primeras humaredas matutinas en las chimeneas de las casas donde se estaban caldeando los habitáculos para combatir el  riguroso frío del invierno.

Comenzamos a ascender por la vereda de la Higuerica próxima al cortijo del Calar, a estas cotas, encontramos innumerables parcelas aterrazadas de cultivos de almendros como la del Escarchas, Valeriano de la Posada o Chichipan hasta alcanzar los primeros pinos y llegar al porche del tío Adrián. El porche, construido con piedra caliza y dolomía mediante unión de mortero de arcilla y revestido con yeso, es una muestra de construcción típica del lugar en aquella época, según apunta José Rosillo. El porche está actualmente en ruinas y en el se puede observar el corral y los diferentes apartados para el ganado.

Desde aquí, avanzamos hacia el Rincón de Marcos, observando en lo alto el porche de las Vivoreras hasta coger la vereda de la tinada  Culillo. Por el sendero, José Román nos enseñó una pequeña cueva que utilizaba para resguardarse de la intemperie. En esta vertiente del Calar, se encuentran el porche del tío Adrián, el porche de las Vivoreras y el porche de los Rubiros, vestigios de una intensa actividad pastoril en la zona en el pasado y con claros síntomas de abandono en la actualidad.

Entre pinares y ejemplares de sabinas moras (Juniperus phoenicea) y enebros (Juniperus oxicedrus) ascendemos por la vereda de la tinada Culillo. Por el camino José Román nos muestra los “Calderones”  oquedades existentes en el suelo donde se acumulaba el agua que a veces bebían las personas que pasaban por el lugar. José Rosillo nos cuenta como al parecer murieron personas por beber esta agua, tal vez por la acidez de la misma o por la presencia de microorganismos patógenos cuando el tiempo de acumulación en el suelo era largo. Desde el punto de vista geológico, estos calderones, o calderos de gran tamaño, son fruto de la disolución de la roca caliza, permaneciendo en su base las arcillas fruto de la disolución de la roca que servirían como base impermeable permitiendo la acumulación de agua. Se trata de formas características del modelado kárstico.

En la base de un escarpe de roca y a cierta cota desde la vereda, alcanzamos por fin la tinada Culillo, el cobertizo lo conforma la hendidura natural existente en la roca, con una pared construida de piedra en forma de arco que cierra la tinada. Este lugar servía para mantener unido al ganado y protegido del exterior.

Pasada la tinada Culillo, José Román nos lleva a una curiosa era empedrada antigua situada en la Loma de Enmedio, nos llama la atención su ubicación, pues a estas altitudes y entre pinos nos cuesta creer que pudiera existir una era para trillar el grano. Era uno de los motivos de la excursión, visitar esta curiosa era situada en la confluencia de dos barrancos en plena sierra. Las piedras se encuentran perfectamente colocadas con caras planas hacia la superficie, de forma que dibujan un gran círculo plano. A pesar de que la vegetación ha invadido la zona, se aprecia perfectamente la disposición de las piedras y su pretensión. Al norte de la Loma de Enmedio se encuentra la majada de Pedro Sola y al sur la Majada del Cortinas, padre de mi abuelo José María, que también tenía ganado en estas sierras.

Con lo que nos cuenta José, intento imaginar el lugar en el año 1944, mujeres que ascendían a través de la vereda de la tinada Culillo para buscar leña cuyos haces cargaban sobre sus espaldas hasta el pueblo, pastores con sus rebaños de ovejas segureñas y cabras deambulando para allá y para acá, cazadores de antaño cuyas piezas servían como complemento alimenticio diario de la familia, o recolectores de plantas de romero (Rosmarinus officinalis), espliego (Lavandula latifolia) o marisierva, en la Puebla madreselva (Salvia lavandulifolia) para fabricar esencia.

De todos los oficios o actividades comentadas, destacaba la de pastor, entre ellos, me cuenta mi tío José que estaban en el Calar: el tío Pertol, el tío Emilio, el tío Carriolo, Jorge, el Glorio, el Cortinas, el tío Rosendo Cabezas, Cornelio, Justo Adan, Cesareo Cabezas o Teodoro el Agujas.

Continuamos ascendiendo por la loma de Enmedio hacia la loma del Caballo y desde ahí cogemos la senda hacia las mesetas del Calar y el Morrón de los Lobos, punto más alto de los calares con 1815 metros de altitud. Se aprecia desde este lugar el modelado cárstico que conforma esta sierra en su conjunto, lenares, lapiaces y dolinas por donde el agua de las nieves filtra hasta alcanzar las diferentes surgencias de agua, fuentes que aparecen en sus laderas.

Con vistas de Sierra Nevada cubierta de nieve en estas fechas y la Sagra como telón de fondo, atravesamos las mesetas y llegamos a la Piedra de la Rendija donde nos topamos con un rebaño de cabras celtibéricas, aprovechamos este lugar singular para disfrutar de las excelentes vistas.

Desde este punto comenzamos el descenso desde la Rendija hasta la Piedra Alta. A través de roquedos y canchales de piedra, el terreno pone a prueba nuestra capacidad física y a pesar de la dificultad y peligrosidad del lugar, el grupo desciende mostrando un estado de forma bastante bueno.

Entre terrazas de pinos de repoblación, llegamos a la Piedra Alta,  a partir de aquí cogeremos la vereda que nos llevará hasta la Asperilla. Pasamos por los terrenos del Cortijo de los Vitorinos y bancales de antiguas centeneras hasta llegar a la Calera, donde aún quedan los restos de un antiguo horno de cal. 

Con un descenso suave nos adentramos en campos de almendros y con la Puebla ya a la vista, alcanzamos la eras del Santo Angel.

Me cuenta mi padre que en esta vertiente del Calar no había en los años 1950 a 1960 muchos almendros, estos quedaban relegados en la lindes de las parcelas. En estos terrenos se sembraba cereal, principalmente centeno y en menor cantidad cebada y trigo candeal. Tras la siega, se acarreaba a jamua (Mulo con aparejo y dos palos) el cual se cargaba con doce haces de mies.

La carga se llevaba a las eras del Santo Ángel, donde trillaban entre otros, Dionisio “El Bandurria” y sus hijos, Miguel “El Mañas” y su hermano José Antonio, los Vitorinos, Justo Egea y sus hijos, o Miguel Bermúdez.

Eran tiempos aquellos muy difíciles, donde la leche y la carne del ganado, la leña del monte, las plantas aromáticas o el cereal, constituían el escaso sustento de muchas familias en este pueblo. Hoy día pasamos por estos lugares y disfrutamos de su encanto natural, sin darnos cuenta muchas veces que su estado actual se debe  a las personas que lo cuidaron con mimo y perseverancia para poder subsistir en estas tierras.


Dedicado a todos los poblatos que con su coraje y sacrificio, sacaron adelante a sus familias con los recursos naturales que proporcionaban los montes del Calar de la Puebla.

José Fidel Rosillo Martínez